Homilía en la fiesta de fundación de la Congregación de las Hermanas de la Divina Providencia
Lunes, 29 de septiembre de 2025, 09:00 h
(Vale el texto pronunciado)
A mediados del siglo XIX, el obispo Wilhelm Emmanuel von Ketteler fundó la Congregación de las Hermanas de la Divina Providencia. Hasta hoy ustedes viven aquí, en el lugar de fundación, en Mainz-Finthen.
Como obispo, hoy miro con gratitud junto a ustedes las décadas de servicio fiel en el seguimiento de Jesús. Para el presente y el futuro, incluso en tiempos de profundos cambios, podemos seguir confiando en la Providencia de Dios.
Las hermanas han trabajado y trabajan en muchos ámbitos: con niños y jóvenes, en la educación, en la pastoral. Siempre cerca de la gente.
Como obispo, puedo aprender de ustedes la confianza en la Providencia de Dios. Él sigue guiando a la Iglesia también hoy. En una oración del Capítulo General de 1995, leo en su página web:
ALABAMOS, SEÑOR, TU PROVIDENCIA Y NOS CONFIAMOS A TU AMOROSA CUIDAD
– con alabanza y gratitud por lo bueno y hermoso que hemos recibido,
– con confianza cuando experimentamos nuestros límites,
– con entrega a tu misteriosa voluntad divina en el dolor y la decepción.
VIVIMOS DE TU PROVIDENCIA, AYÚDANOS A HACERLA VISIBLE EN NUESTRO MUNDO
– con fidelidad, viviendo como administradoras y administradores responsables de la tierra y de nuestros dones personales,
– con valentía, comprometiéndonos por el bien y la justicia en nuestro tiempo,
– con compasión, haciendo nuestras las alegrías y sufrimientos de tu pueblo,
– con esperanza, colaborando con personas de buena voluntad en la construcción de tu Reino.
Puedo rezar esta oración también por nuestra diócesis. La vida en el seguimiento de Jesús no siempre es un camino fácil, pero los cristianos pueden vivir con la confianza de que Dios no abandona a su Iglesia.
Se necesita valor para seguirlo, compasión como actitud cristiana y esperanza para transformar el mundo.
Ustedes representan todo eso hoy. Su comunidad lo ha vivido durante décadas y lo sigue viviendo.
Los temas que marcan su comunidad son también temas de la Iglesia y de la sociedad actual.
Desde el inicio, su comunidad ha estado al ritmo del tiempo, cercana a las alegrías y esperanzas, a las preguntas y preocupaciones de la gente.
Aunque el mundo ha cambiado mucho, no deberíamos refugiarnos en un caparazón y dejar que el mundo siga su curso. Debemos comprendernos como parte de este mundo, recordando que tenemos un fundamento firme en la fe en Dios.
En el texto anterior ustedes mencionan el principio cristiano de la representación vicaria. Donde otros ya no creen ni esperan, ustedes viven esa fe y esa esperanza.
Eso es cumplir la misión cristiana en su totalidad.
La Divina Providencia no significa que todo ocurra automáticamente.
Sí, Dios tiene un plan para el mundo y para cada persona, pero necesita seres humanos que le presten sus manos, sus pies, su boca, su corazón y su inteligencia.
La idea original de la congregación incluía también la compasión por las personas de su tiempo. Para eso era necesario conocer la situación de la gente, pero también mirar a Cristo, el Señor encarnado y crucificado.
Quien lo mira a Él, aprende la compasión. Y a través de ella, la sociedad puede transformarse.
En Münster, en la iglesia de San Ludgero, hay un crucifijo que lo expresa de forma impresionante: es un Cristo crucificado sin brazos, que los perdió durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial.
Debajo del crucifijo se encuentra una oración del siglo XIV:
Cristo no tiene manos, solo nuestras manos para hacer su obra hoy.
No tiene pies, solo nuestros pies para guiar a las personas en su camino.
No tiene labios, solo nuestros labios para anunciarlo.
No tiene ayuda, solo nuestra ayuda para acercar a las personas a Él.
Por supuesto, este texto no debe entenderse mal: Dios tiene más poder que nosotros.
Pero si miramos bien los Evangelios, vemos que Jesús confía a sus discípulos la misión de hacer presente el Reino de Dios en el mundo.
Como Él llevó la cruz por amor, no quiere actuar sin nosotros.
Somos sus manos que hacen el bien, sus pies que llevan el Evangelio, sus labios que anuncian la Buena Noticia.
Cristo queda impotente cuando nos cerramos a Él y no lo hacemos visible.
Ustedes, queridas hermanas, lo han hecho durante muchas décadas.
Para mantenerse sensibles al sufrimiento y cercanas a las personas, se necesita la oración.
También sobre esto dan testimonio en su página web:
La oración comunitaria es para nosotras, las Hermanas, una parte central de nuestro día y una expresión de nuestra fe.
En esos momentos nos orientamos de nuevo hacia Dios y hacia las personas.
La Liturgia de las Horas, rezada en momentos determinados del día, ocupa un lugar especial:
las Laudes en la mañana y las Vísperas en la tarde son los puntos de anclaje de nuestra vida de oración.
En el ritmo de la creación y en la oración de la Iglesia encontramos consuelo y comunión.
Millones de creyentes en todo el mundo están unidos por la oración, una experiencia profundamente conmovedora e inspiradora.
Mientras rezamos y meditamos los salmos, contemplamos nuestra propia existencia desde la perspectiva de Dios y recibimos nueva fuerza para la vida diaria.
La oración es más que un ejercicio religioso: es nuestra conexión con Dios, una fuente de comunidad y una renovación de nuestro espíritu.
Ya sea en silencio o en comunidad, la oración compartida nos da consuelo, fuerza y esperanza para cada día.
También esta oración es un servicio de representación.
Cuántos ya no pueden o no quieren rezar —ustedes los incluyen en su oración.
Estoy muy agradecido por su presencia en nuestra diócesis.
¿Cómo imaginan la Iglesia del futuro? ¿Más pequeña o más internacional?
En su página web destacan la comunidad más allá de todas las fronteras.
Ese es un tesoro que ustedes aportan a nuestra diócesis, pero que también viven en todo el mundo.
Como Iglesia universal nos enriquecemos y fortalecemos mutuamente; a veces debemos aprender a sostener y a convivir con diferentes culturas y caminos de fe.
Ustedes viven también ese servicio de representación y de ejemplo.
Les agradezco su servicio, su fe, su comunidad y su oración.
Es hermoso que vivan aquí, ampliando la mirada y los horizontes.
Para todo lo que venga, les deseo de corazón la bendición de Dios.